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Es evidente que la eficiencia energética ocupa un lugar prioritario en la agenda de la mayoría. Sin embargo, la comprensión de lo que realmente supone la eficiencia energética y cómo se pueden implementar iniciativas para ahorrar energía no es tan sólida.
Por ello algunas empresas, como Schneider Electric™, han definido dos formas de abordar la eficiencia energética: la eficiencia energética pasiva y, sobre todo, la eficiencia energética activa.
Para muchos, las medidas energéticas giran alrededor del estudio de los problemas térmicos de la construcción, con soluciones como el aislamiento, el doble acristalamiento y las contramedidas para evitar las pérdidas de calor. Para otros, es la iluminación, aunque a menudo se limiten a instalar sistemas de bajo consumo. Aquellos que necesitan mucha calefacción pueden creer que la respuesta está en un sistema de calderas eficiente.
Todas las medidas anteriores son loables y necesarias, pero en realidad solo son contramedidas pasivas que suelen mitigar la pérdida de energía en lugar de la energía suministrada. La eficiencia energética activa se consigue cuando no solo se han instalado dispositivos de ahorro de energía, sino que estos se controlan para que utilicen la energía necesaria exclusivamente. Este aspecto del control es decisivo para lograr la máxima eficiencia. A modo de ilustración, pensemos en una bombilla de bajo consumo que se deja encendida en una habitación vacía. ¡Todo lo que se consigue es derrochar menos energía que si se hubiera usado una bombilla corriente!
Para conseguir un cambio permanente hay que gestionar la energía con mediciones, supervisión y control. Además, en comparación con los costes (y conocimientos técnicos necesarios para evitar riesgos) de instalar soluciones térmicas, el control de la energía se puede instalar a un precio relativamente moderado y con una amortización muy rápida. Esto es aún más cierto si se compara con los precios de la energía que siguen aumentando: la mayoría de las soluciones para el control de la energía se pueden amortizar en pocos años.
Otro factor muy importante que debería impulsar el uso de la eficiencia energética activa es la necesidad de lograr los ambiciosos objetivos de reducción de las emisiones de carbono establecidos por los gobiernos que firmaron el Protocolo de Kioto. En el sector de la construcción, por ejemplo, es sabido que a menos que los edificios existentes (así como los de nueva construcción) sean eficientes desde el punto de vista energético, será sencillamente imposible alcanzar los objetivos establecidos para 2020.
La reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero fue un objetivo global que se acordó en la Cumbre de la Tierra de Kioto en 1997 y que finalmente ratificaron 169 países en diciembre de 2006. De acuerdo con el Protocolo de Kioto, los países industrializados han acordado reducir sus emisiones totales de gases de efecto invernadero un 5,2 % en 2012 respecto al año 1990. (En comparación con los niveles de emisiones que se esperaban para 2012 antes del Protocolo, este límite supone una reducción del 29 %.) El objetivo en Europa es una reducción global del 8 % con la meta de reducir las emisiones de CO2, un 20 % para 2020.
Este documento técnico examina las soluciones de eficiencia energética activa que se pueden aplicar en los edificios nuevos y existentes -en el comercio, industria, ámbito privado, público y residencial- así como en las infraestructuras de fabricación, industria y transporte.
Si quieres ver el documento entero, de veras que os lo recomiendo, solo tienes que entrar aquí: https://www.schneider-electric.es/es/download/document/998-2834-ES/
Por ello algunas empresas, como Schneider Electric™, han definido dos formas de abordar la eficiencia energética: la eficiencia energética pasiva y, sobre todo, la eficiencia energética activa.
Para muchos, las medidas energéticas giran alrededor del estudio de los problemas térmicos de la construcción, con soluciones como el aislamiento, el doble acristalamiento y las contramedidas para evitar las pérdidas de calor. Para otros, es la iluminación, aunque a menudo se limiten a instalar sistemas de bajo consumo. Aquellos que necesitan mucha calefacción pueden creer que la respuesta está en un sistema de calderas eficiente.
Todas las medidas anteriores son loables y necesarias, pero en realidad solo son contramedidas pasivas que suelen mitigar la pérdida de energía en lugar de la energía suministrada. La eficiencia energética activa se consigue cuando no solo se han instalado dispositivos de ahorro de energía, sino que estos se controlan para que utilicen la energía necesaria exclusivamente. Este aspecto del control es decisivo para lograr la máxima eficiencia. A modo de ilustración, pensemos en una bombilla de bajo consumo que se deja encendida en una habitación vacía. ¡Todo lo que se consigue es derrochar menos energía que si se hubiera usado una bombilla corriente!
Para conseguir un cambio permanente hay que gestionar la energía con mediciones, supervisión y control. Además, en comparación con los costes (y conocimientos técnicos necesarios para evitar riesgos) de instalar soluciones térmicas, el control de la energía se puede instalar a un precio relativamente moderado y con una amortización muy rápida. Esto es aún más cierto si se compara con los precios de la energía que siguen aumentando: la mayoría de las soluciones para el control de la energía se pueden amortizar en pocos años.
Otro factor muy importante que debería impulsar el uso de la eficiencia energética activa es la necesidad de lograr los ambiciosos objetivos de reducción de las emisiones de carbono establecidos por los gobiernos que firmaron el Protocolo de Kioto. En el sector de la construcción, por ejemplo, es sabido que a menos que los edificios existentes (así como los de nueva construcción) sean eficientes desde el punto de vista energético, será sencillamente imposible alcanzar los objetivos establecidos para 2020.
La reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero fue un objetivo global que se acordó en la Cumbre de la Tierra de Kioto en 1997 y que finalmente ratificaron 169 países en diciembre de 2006. De acuerdo con el Protocolo de Kioto, los países industrializados han acordado reducir sus emisiones totales de gases de efecto invernadero un 5,2 % en 2012 respecto al año 1990. (En comparación con los niveles de emisiones que se esperaban para 2012 antes del Protocolo, este límite supone una reducción del 29 %.) El objetivo en Europa es una reducción global del 8 % con la meta de reducir las emisiones de CO2, un 20 % para 2020.
Este documento técnico examina las soluciones de eficiencia energética activa que se pueden aplicar en los edificios nuevos y existentes -en el comercio, industria, ámbito privado, público y residencial- así como en las infraestructuras de fabricación, industria y transporte.
Si quieres ver el documento entero, de veras que os lo recomiendo, solo tienes que entrar aquí: https://www.schneider-electric.es/es/download/document/998-2834-ES/